De ahí que, sin duda alguna, la comunidad afrocaribeña ha enriquecido, muchísimo, el heterogéneo panorama cultural de nuestra tierra. Sus típicas viviendas de madera sobre postes, sus característicos cánticos colmados de religiosidad, su ritmo palpitando en la sangre, sus costumbres rebosantes de tradición y prácticas rituales. Su vestimenta desbordante de color y belleza, su lenguaje ejemplo vivo de unidad étnica y cultural, su maravillosa gastronomía, sus emblemáticos espacios geográficos y su destacada contribución política, deportiva y literaria, han sido los artífices para que la población negra pueda llegar a sentirse, con absoluto derecho, orgullosa del positivo aporte desplegado en el devenir histórico costarricense.
Acertadamente la poetisa costarricense Delia Mc Donald evidencia este honor de ser parte de la cultura negra cuando expresa: “Nací negra, y, como el birimbao, soy leyenda... Soy una mujer negra, tan fuerte como un cedro, tan fuerte como el sol, pero aún más, soy el mar y habré de escribir mi nombre en las arenas interminables, por siempre, siempre”. Un orgullo que debería ser conocido, disfrutado y difundido por todos los que habitamos esta Nación, porque si existe algún aspecto del que nos debemos sentir realmente satisfechos es de esa valiosa contribución cultural recibida por las diferentes etnias que, como la afrocaribeña, cohabitan en nuestro País.
Ante esta consigna, durante el gobierno de don Rodrigo Carazo Odio y por iniciativa del Sindicato de Educadores Costarricenses, se decretó el treinta y uno de agosto como el Día del Negro y la Cultura Afrocostarricense, como un reconocimiento, y una muestra de gratitud, por todo ese aporte que la cultura afrocaribeña le ha otorgado a Costa Rica. Dicho día se escogió en conmemoración de la “Primera Convención Internacional sobre la Situación de los Negros” que concluía un treinta y uno de agosto de mil novecientos veinte en el Madison Square Garden de Nueva York, y que es uno de los antecedentes fundamentales en la lucha por el respeto y contra la exclusión de la población afrodescendiente en el mundo.
Además esta fecha representa un significativo recordatorio de la necesidad de ser, día tras día, más tolerantes ante la diversidad cultural que nos caracteriza, mediante una lucha abierta y urgente contra las exclusiones y los prejuicios étnicos que, lamentablemente, todavía hoy persisten, pues solamente en una sociedad democrática basada en la participación y en la búsqueda de niveles cada vez altos de igualdad en la valoración de las diferencias, se puede esperar una liberación contra las discriminaciones.
De ahí que comprender, valorar y sentirnos orgullosos de estas huellas afrocaribeñas es, también, reconocer e incrementar la riqueza de nuestra identidad; ya que como expresara el activista Leonardo Boff: “Si no soy negro por raza, puedo ser negro por opción política, quiero decir, que sin ser negro puedo asumir la causa de libertad de los negros, defender el derecho de sus luchas, reforzar su organización y sentirme aliado en la construcción de un tipo de sociedad que vuelva cada vez más imposible la discriminación racial y la opresión social, que vea como riqueza la diferencia y la acoja como complemento”.
Sea este comentario un homenaje para nuestras hermanas negras y nuestros hermanos negros, a esa valiosa cultura afro-costarricense, quien gracias a su entereza, trabajo y esencia, ha logrado darle más vida, riqueza espiritual y alma a la idiosincrasia costarricense, al revalorizar y enaltecer, de una positiva manera, las raíces histórico-culturales de nuestro pueblo.