Aunque algunos lo pretendan ocultar; lo cierto es que nuestra sociedad se ha visto desgarrada por la violencia, la inseguridad, la violación a los derechos de niños y mujeres, la corrupción, la carencia de compromiso ante los deberes democráticos, la falta de respeto a quienes no piensan igual que uno o la pérdida de aquellas actitudes superiores necesarias para nuestro sano crecimiento individual y colectivo como la prudencia, el raciocinio, la empatía, la perseverancia y la tolerancia.
Dada estas dificultades, es lógico pensar que el desánimo o el descontento podrían aflorar en el sentir, y actuar, de los ciudadanos.
No obstante, ante esta situación, claramente se nos podrían presentar dos caminos: o transitamos, como sujetos pasivos, por la vía de la desesperanza, la apatía y el conformismo; o recorremos, de forma activa, un trecho de fortalecida entereza y un positivo compromiso de cambio.
Deseo creer que todos somos conscientes de que es, evidentemente, el camino de la entereza, es decir el de la firmeza o fortaleza, el más acertado para evitar que estos males sociales le sigan asfixiando a nuestro país.
Nuestra sociedad debe anteponer el valor de la entereza como la principal arma que le ayude a sobrellevar aquellos conflictos políticos, sociales, económicos y sociales existentes, y le dé la energía requerida para seguir en la búsqueda de una Costa Rica más depurada.
Por ejemplo, actualmente mucho se habla de la crisis económica que vivimos ante las dificultades que enfrenta Estados Unidos, pero habría que ver si, realmente, la población es conciente de esta realidad y qué está haciendo para contribuir, junto con el Gobierno, a contrarrestar tal situación.
En esta época no se justifican las quejas, las críticas destructivas, la pasividad, el egoísmo y menos la idea de que los conflictos nacionales deben ser resueltos, exclusivamente, por el Gobierno. Requerimos una sociedad unida y comprometida, en donde todas y todos, con entereza, demos nuestro aporte en la construcción de una Patria más saludable.
Pues en el tanto mantengamos nuestra entereza en que podemos luchar, diariamente, por actuar de la manera más positiva por este país; mientras tengamos la esperanza en que todavía existen quienes respetan el ejercicio de la política; si abrigamos la esperanza en que nuestra sociedad es aún capaz de emanar justicia, respeto, solidaridad y paz; y cultivemos la esperanza en que los costarricenses seremos asiduos vigilantes de la democracia y el bien común, estaremos alimentando la conquista de un país con mayor progreso humano.
En definitiva, la entereza puede sostener nuestra convicción de que, a pesar de los problemas existentes, siempre habrá destellos de actitudes analíticas y humanistas que nos orienten a un renovado presente y un mejor mañana.
En este sentido, bien vale recordar aquella máxima de Mahatma Gandhi que pregona: “No podemos perder la esperanza en la humanidad que es como un océano; no se ensucia porque, algunas de sus gotas, estén sucias”.
En nuestras manos está, entonces, el actuar con entereza para procurar mantener limpio el océano social de nuestro país. ¡No lo olvidemos!, Costa Rica es responsabilidad de todas y todos…