En este comentario podría expresar las múltiples razones de júbilo que siento por el triunfo del candidato Barack Obama, sin embargo, estoy seguro que de ello se hablará muchísimo. En su lugar, prefiero referirme a la actitud valiente y humilde del senador John McCain para reconocer con hidalguía su derrota frente al candidato demócrata, hoy presidente electo de los Estados Unidos de América, Barack Obama. Lo hago porque actitudes como estas también consolidan la democracia.
Aunque sea triste para él y para sus simpatizantes, reconocer la derrota enaltece a todas luces el proceso de elección que vivieron los estadounidenses recientemente, y debería ser tomado como ejemplo no solamente en nuestro país, especialmente por la actitud nada humilde de la oposición en la pasada campaña electoral, sino en todas partes del mundo, pues evidentemente es una muestra inequívoca de que por amor al país es posible poner los intereses de la patria por encima de los intereses particulares.
Fue sumamente enfático, Mccain, cuando afirmó que con tales resultados el pueblo estadounidense había hablado claro. Y hablar claro, a mi juicio, implica no admitir ningún tipo de excusas para poner en tela de duda la transparencia del proceso como tal, solamente porque los resultados les fueron adversos para ganar las elecciones. Esta es una lección de oro para cualquiera que se confiese demócrata, y de manera especial en nuestro país, una gran lección para aquellos que – sabiendo que el pueblo costarricense también había hablado claro en el 2006 eligiendo a don Oscar Arias, y había hablado claro en el 2007 aprobando el TLC, les cuesta mucho admitir la derrota.
Pero hubo otras dos manifestaciones que en lo personal me llamaron todavía más la atención y que son igualmente dignas de mencionar porque también son ejemplos edificantes para quienes en nuestro país mostraron ciertas actitudes de arrogancia y prepotencia negándose – egoístamente – a reconocer con el humildad el triunfo de don Oscar Arias.
La primera de ellas fue la promesa de McCain de apoyar al nuevo Presidente a liderar los retos que enfrentan actualmente los estadounidenses. Y siendo honesto, mucho me hubiese agradado que esta misma esta actitud de McCain la hubiera ofrecido el candidato perdedor del año 2006 en nuestro país. Por el contrario, la actitud percibida está relacionada con una posición obstruccionista que al fin de cuentas desemboca en ingobernabilidad. Y así es difícil avanzar.
Y la segunda, algo que era normal y costumbre en nuestro sistema político hasta el 2006, tiene una gran dosis de honorabilidad y de solidaridad porque solo la sensatez hace que un candidato que pierde las elecciones se ponga inmediatamente a las órdenes del ganador, y lo llame “mi presidente”. Acá ya todos sabemos lo que pasó. Pero, por Dios, que hidalguía y que humildad la de John McCain, y como contrasta su actitud con lo vivido en Costa Rica durante el pasado proceso electoral. Ojalá se aprenda la lección en el 2010.