Primero, que no se puede generalizar, no podemos llegar a la falacia de decir que todos los políticos son malos, que son corruptos, que nadie en el país está en condiciones de dirigir adecuadamente a Costa Rica, porque eso es perder la fe en nuestro sistema democrático, en nuestro Estado de Derecho, es tomar una postura pesimista y es descalificar a quienes sí están abocados a dar lo mejor de sí en beneficio del país.
Segundo, quienes estén presentando sus nombres para puestos de elección deben tener bien definido que su liderazgo político y social debe ser capaz de devolverle la confianza a la sociedad costarricense, y presente como una de sus opciones una democracia que se sustente en el desarrollo del valor del individuo con su capacidad emprendedora y de progreso social en donde se forje una institucionalización que permita superar el atraso y la pobreza.
Tercero, se debe comprender, tanto por parte de los candidatos como de los electores, que la habilidad política no consiste solo en derrotar al adversario circunstancial en la contienda electoral. La habilidad política consiste, fundamentalmente, en construir la unidad nacional, alinear objetivos y agrupar voluntades. En este sentido, una campaña electoral debe ser el espacio para promover el debate, la reflexión y la confrontación de ideas, no la ofensa, la burla, el espectáculo, la carencia de contenido y la falta de eficacia en las propuestas.
Y cuarto, es deber del electorado quitarse las vendas y desterrar actitudes de apatía e ignorancia para establecer un enfoque crítico de la realidad política y, consecuentemente, asumir una acción transformadora, participativa y propositiva para elevar la calidad de decisión de voto. No todo es responsabilidad de quienes están en el gobierno, debemos transformarnos en ciudadanos capaces de que, con los conocimientos adquiridos, trabajemos por transformar el medio que nos circunda en bien de la sociedad.

Definitivamente no se puede perder la esperanza, pues aunque siempre ha habido personas quienes han atentado contra el bienestar nacional, también hay quienes se han dedicado a procurarlo. Además el desinterés de la población sirve de caldo de cultivo para que algunos partidos puedan promover prácticas clientelares a fin de llegar a su meta. Si bien muchos de los partidos y algunos de sus representantes poseen gran parte de responsabilidad de la crisis del sistema político en nuestro país, los electores también son corresponsables de muchos de estos problemas al asumir actitudes desinteresadas e irresponsables al momento de decidir y sufragar.
A todas luces es tiempo de plantear soluciones y plasmar acciones, es tiempo de preguntarnos: ¿qué hemos hecho para mejorar el país, para mejorar la sociedad y la política?, independientemente de donde estemos… Reitero, ya es hora de superar la indiferencia, el estarse quejando, el criticar por criticar o el descalificar para pasar al conocimiento meticuloso de las propuestas o proyectos de cada candidato, para llegar a la acción que nos permita crear eso que se llama civilidad. No olvidemos que para que el sistema político cambie y se fortalezca, nuestra toma de conciencia, responsabilidad y participación es imprescindible.