Estamos en una semana muy particular. Una semana que, como ciertamente ya su mismo nombre nos lo indica, debe estar marcada por una actitud diferente, reflexiva y de vida hacia adentro.

  La realidad diaria, nuestro modo de vivir nos impide frecuentemente detenernos y reflexionar. Es una vida marcada por la “herejía del activismo” de que un día habló Pío XII.

  La Semana Santa es una ocasión propicia justamente para ese detenerse y animarse a poner en su lugar nuestros pensamientos, inquietudes, proyectos y prioridades.

  Empezando con el domingo de ramos en la pasión del Señor, la Semana Santa nos va llevando hasta la tarde del jueves en que se inaugura el triduo de pascua. Esto es, el punto al que nos quiso llevar la cuaresma que iniciaremos hace ya cinco semanas.

  El jueves santo se abre un camino que, marcado por la paz y la tranquilidad para la mayoría de nosotros, es terreno propicio para detener un poco el ritmo de la vida cotidiana y dedicar algún momento a plantearnos grandes temas que vale la pena no desterrar del todo de nuestras preocupaciones: quién soy, hacia dónde me dirijo, qué busco en mi diario vivir como prioridad y qué hago para lograr la felicidad para mí y los míos.

  Cuestiones todas muy urgentes que, a la luz de nuestra fe y de nuestra amistad con Dios, no deben faltar en el marco de nuestras reflexiones durante estos días tan particulares y con una temperatura sobrenatural tan intensa.

  El triduo pascual, luego de pasar lo propio de la celebración del viernes santo y su énfasis en torno al tema de la cruz de Cristo como trono de gloria, nos pone ante la inmediata cercanía de la pascua. La gran meta final de la preparación cuaresmal.

  A última hora del sábado santo se abrirá la vigilia pascual, la “madre de todas las vigilias” en el decir de San Agustín, un momento solemne y entrañable. Una experiencia decisiva para quien la vive. Un momento que deja la impresión de que todo no está perdido.

  Pascua, ciertamente, es vida. Pascua es “esperanza a pesar del mal” como dice Torres Queiruga. Pascua es optimismo. Ojalá nos quede ese buen ánimo a todos luego de Semana Santa y no un mal sabor de boca generado por haber hecho todo menos lo debido en estos días tan centrales para la vida del ser humano de buena voluntad.