Jueves, 04 Junio 2009 18:00

La educación solo es una cara de la moneda

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Desde siempre se nos ha dicho, que la forma de salir de la pobreza es a través de la educación y este decir tiene mucho de verdad pero no la comprende toda.

Sin duda una persona académicamente formada tiene mucho más ventajas y mayores  oportunidades respecto a quienes apenas saben leer y escribir. Desde la apertura de la Universidad de Costa Rica, a mediados del siglo pasado, la educación superior costarricense dio un giro estratégico al bienestar de la gente y al futuro del país. Luego fueron creándose las otras universidades estatales para ofrecer más opciones a las y los miles de estudiantes que terminaban sus años de educación secundaria.

Allá por 1976, gracias a la tenacidad del señor Guillermo Malavassi quien venciendo toda oposición que, por años, había habido al establecimiento en el país de una universidad privada, logra el permiso gubernamental y crea la Universidad Autónoma de Centroamérica, la UACA, de la cual desde entonces es su Rector. Este hecho tuvo una inmensa trascendencia para democratizar la educación superior en Costa Rica.

Tal vez suene paradójico que una universidad privada, haya democratizado nuestra educación superior pero no lo es, puesto que antes de su apertura la demanda por estudios superiores era mucho mayor que la oferta estatal y solo algunas y algunos privilegiados podían seguir estudios superiores en el país.

Quienes no lograban pasar el examen de admisión, simplemente, tenían que pensar en ir a estudiar al extranjero y eran muy pocas y pocos los que tenían los recursos para poder hacerlo. Para quienes sus familias no podían cubrir el costo asociado a seguir estudios fuera del país, tenían que resignarse a buscar trabajo o a inscribirse en algún instituto técnico para recibir, al menos, una educación parauniversitaria, con todas las limitaciones que ese tipo de educación implicaba a la hora de ir a buscar trabajo, compitiendo con personas con grados universitarios.

La acción oportuna y visionaria del licenciado Malavassi, sirvió para que posteriormente se abrieran otros centros privados de educación superior. Sin embargo, la liberación de la educación superior, en el mediano plazo, se convirtió más bien en un libertinaje, donde la creación de una universidad lucía ser un procedimiento demasiado fácil. Esto llevó a que miles de estudiantes y la sociedad fueran estafados por inescrupulosos que prácticamente, ponían una universidad en cualquier garaje.

La apertura de la educación universitaria también produjo una hiperexplosión de profesionales en disciplinas tales como abogacía, medicina, psicología, entre muchas otras más.  Esto nos lleva a la otra cara de la moneda. Ya no es suficiente con educar a las y los jóvenes, ahora el Estado además debe velar por asegurar oportunidades reales de trabajo para esos miles de graduadas y graduados que están saliendo con un título bajo del brazo de nuestro sistema educativo superior pero que muchas y muchos de ellos deben resignarse a trabajar en un campo diferente del que fueron formados y al cual le dedicaron grandes sacrificios personales, familiares y económicos.

No es justo ni para las y los graduados, ni para sus familias que su esfuerzo de años, no tenga en lo laboral el efecto esperado, por esto insisto en que el Estado no solo debe tener una política visionaria y agresiva de educación, de igual manera, debe estructurar otra sobre la creación de fuentes de trabajo pues si el conocimiento adquirido no se puede convertir en práctica, de muy poco o de nada sirve.  Esa es la otra cara de la moneda.