Quizás usted esté en las mismas que yo esa mañana. Disfrutaba de un delicioso café, del que me gusta, de la zona de Tarrazú, mientras me desayunaba unas ricas tostadas y un quesito tierno, del de Turrialba.
Esa mañana algo capturó mi atención. Las noticias destacaban la inversión por un millón de dólares que realizará el gobierno, con el fin de consolidar el nombre de nuestro país como una marca. Vaya- me dije- al fin estamos entendiendo. Con gran satisfacción pensé que los millones de dólares invertidos en infraestructura hotelera, en conservación ambiental, en capacitación, en carreteras, en formación empresarial serían resguardados por un sello internacional, nuestra marca, de forma tal que todo ese esfuerzo será protegido de oportunistas que quieran apropiarse de nuestro nombre y prestigio internacional.
Qué bueno que nos hayamos percatado de ello. El sendero del desarrollo empieza precisamente en el trabajo arduo, la visión y la inversión, pero pasa necesariamente por la protección de todo ese trabajo por medio de una marca.
Luego pensé en que la atención de los grupos productivos de nuestro país debe tomar como prioridad conceptos como denominación de origen. Así, el cafecito de Tarrazú que disfrutaba podría comercializarse en el mundo como tal y protegerse de falsificadores, el quesito sabroso Turrialba tendría un destino similar así como las cajetas de Grecia y muchos otros productos de toda índole que, poco a poco, se han ido ganando el prestigio internacional.
Sé que usted me entiende, pequeño cafetalero, cuando recuerda que ha tenido que llevar palo para mantener la calidad de su café. Y usted también productor de leche, que tiene que manejar sus costos sin afectar su calidad. Qué bueno sería proteger ese esfuerzo.
Mientras tomaba el último sorbo de café me puse a pensar en los cientos de pequeños empresarios costarricenses que a diario luchan por consolidar sus empresitas y hacerse de un nombre. Como me gustaría poder llegar a sus trabajos, carritos, fábricas, a su casita donde fabrican empanadas, y decirles que tan importantes es invertir en maquinarias y materiales como proteger su marca.
Las cosas se compran pero el nombre se hace, se construye. Nuestra marca es garantía de esfuerzo y muchos pueden andar tras eso que tanto nos ha costado. Debemos por tanto salvaguardarlo.
Me encantaría tener una pequeña voz por un momento en un medio, por ejemplo la radio, y decirles a esos miles de luchadores que no olviden su marca. A futuro podría ser la diferencia entre triunfar y ser devorado.