A propósito de la reciente final de nuestro fútbol de primera división recordé un libro interesante de Mark Perryman titulado Filosofía del fútbol. Patadas y pensamientos. Un texto que, desde la reflexión de grandes filósofos de la historia, el autor buscaba descubrir el significado de esa actividad que tantas masas, pasiones y dinero es capaz de mover con facilidad.
Sin embargo, también recordé otra cosa. Una frase de identificación de un programa radial ya desaparecido, que decía al inicio de cada entrega, que el fútbol es un asunto de cabeza.
Pues bien, tengo que agregar otra cosa: la raíz última de estas remembranzas se localiza en el modo en que el equipo de Liberia se coronó campeón nacional y la manera en que, una vez más, el Herediano se queda con las ganas de un campeonato.
A pesar de ser herediano y descendiente de una de las mayores glorias del fútbol de mi provincia, Enrique Lizano, he de reconocer las virtudes del nuevo campeón nacional. Deseos de salir adelante, bravura pampera y, por supuesto, mucha inteligencia. Ciertamente, este es el punto central de todo. Sin brillantez la fuerza es bruta. En el caso muy concreto del conjunto liberiano éste mostró, además de enormes deseos de perseverancia y de ser grandes, una gran capacidad de manejarse siempre con la inteligencia adecuada y la guía de un líder que claramente sabe lo que hace, como resulta ser el caso de su talentoso técnico.
En la acera de enfrente el Herediano que, a la par de hacer sentir a su afición extremadamente ridícula de nuevo, ni fue inteligente, ni supo plantar su casta y, menos aún, tuvo el sentido común de recordar su historia. Y lo hechos parecen a veces cíclicos y con una repetición que abochorna y molesta.
La reacción de los aficionados del “Team” luego del partido –sin ser loable ni cosa parecida- no fue más que un llamado de atención para que se deje de jugar con ellos y se piense más en el Herediano como institución emblemática de tantos y tantas. Una historia, una tradición y un modo de ser que acaban más y más desfigurados irracionalmente cada año que transcurre y cada campeonato que concluye.
A la par de que se nos alegró con una final de campeonato muy novedosa y de la angustia del pasado 26 de mayo en torno al viejo Fortín, nos resultó hermoso el brillo de la copa del campeón nacional del fútbol en la pampa bravía, el festejo de los liberarianos y la certeza renovada de que en cuestión de patadas y pensamiento, gana el que más piensa las cosas, el que más certeramente planifica y acabamos muy de acuerdo con Antonio Gramsci que alguna vez escribió que la actividad futbolística es un “reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”.