Asociación Deportiva Alajuelita 2001
Se ha hecho costumbre en este país, la existencia de una constante incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace. Esto se llama disonancia y se ha convertido en un tema de preocupación y ha dejado ver que la sinceridad y la auto-crítica no necesariamente es una de nuestras fortalezas como país.
Recientemente en una institución universitaria, se hizo una encuesta entre los estudiantes de una de las carreras, en la que una de las preguntas era ¿Cuánto exige usted al profesor?. Los resultados arrojaron que un 76.12% exigían entre demasiado, mucho y bastante, mientras que un 15.81% dijo que muy poco y solo un 8.06% dijo que nada.
Ya quisiera yo que un 76.12% de mis estudiantes me exigieran entre demasiado, mucho o bastante. Lamentablemente, la realidad es otra. En mi experiencia, me atrevo a decir con contundencia que el 8.06% exigen entre mucho y bastante, pues NUNCA es demasiado, el 15.82% quizá exigen poco pero el 76.12% no exigen NADA, más que la nota mínima con que deben ganar el curso.
El profesor debe ser un apasionado de la enseñanza y esa pasión debe ser cada día alimentada por la exigencia de sus estudiantes. Ante las quejas de propios y extraños sobre la calidad de la educación, es urgente una reflexión sobre las bases que se están creando desde el hogar para que la disciplina, el esfuerzo y la exigencia sean los caballitos de batalla en las profundidades del conocimiento,
Hay un clamor general sobre la calidad del sistema educativo, pero cuando se intenta hacer razonamiento matemático básico o cuando se estimula en el aula la sana competencia, saltan muchas veces los padres reclamando que son cuestiones muy complejas. Cuando hemos visto que se exige el cumplimiento de normas básicas de conducta como la disciplina en el uso de un uniforme, escucha uno a los mismos padres de familia, justificando la violencia de sus hijos y amenazantes, vociferan y condenan abusos de autoridad, que por supuesto solo existen en sus mentes.
Es obvio que algo está fallando en todo el sistema educativo. Es la escala de valores con que estamos educando a los niños desde la misma casa. El facilismo, la alcahuetería, la pasividad en la aplicación de normas mínimas de convivencia y el mal ejemplo de los mismos padres, no son los mejores caminos para la gran reforma educativa que exige el nuevo siglo, del que se ha consumido ya el 10% y no hacemos el cambio requerido.
Requerimos un esfuerzo adicional para hacer que la gente vuelva su mirada y vea más atractivo el aprender, que exija una oferta televisiva más formativa y menos plagada de vacío, mediocridad y vulgaridad. Que en esta revolución tecnológica, el uso de las redes sociales sea para algo más que hacer amigos y, es menester fundamental que la gente acceda con más criticidad los grandes temas país. Creo que la radio es el único medio que no ha renunciado a esa obligación y PANORAMA es el mejor ejemplo de ello, pues son muchísimos los años en el aire, formando opinión y cumpliendo con su labore formativa.
La asignación de recursos es una noticia que nos debe llenar de esperanza y optimismo, pero lamentablemente con dinero no basta. Se requiere un esfuerzo integral nacido del hogar. Se impone una mística y ética distintas en los educadores y un mayor nivel de exigencia a estudiantes. Se requieren mecanismos de evaluación docente que permitan sacar a los corruptos, malos y vagos del sistema para que no contaminen a los estudiantes.
Los estudiantes y padres amantes de la teoría del mínimo esfuerzo, deben entender que la exigencia será el único camino seguro para que el entorno de alta competitividad que exige el mundo moderno, sea alcanzable. Los padres de familia no pueden ni deben endosar a sus hijos al sistema como si fueran objetos.
La administración pública falla cuando tolera vagos, mediocres e irresponsables; cuando amparada a procesos burocráticos y permisivos, evita despedirlos y perpetúa el mal de mantener en el sistema a quienes prostituyen la sagrada labor de enseñar. Los procesos de reclutamiento, selección y evaluación deben ser coherentes con los planes de largo plazo y deberá aplicarse mano dura para que la probidad moral, humana y técnica sean la única cara de los educadores.
El sistema necesita estudiantes, padres y profesores que exalten el esfuerzo y motiven la autocrítica y la exigencia. Debemos todos los involucrados en el proceso, asumir una participación más activa e impulsar la reforma educativa que falta, que es la de los valores supremos que dieron origen a esta patria, que merecer ser una gran nación.
A don Jorge Astúa no le preocupan las alzas en los buses ni en los taxis…
Porque desde hace años don Jorge sale de su casa en San Felipe de Alajuelita y se va caminando a su trabajo en la Contraloría General de la República, en Sabana Sur.
Cápsulas