Martes, 30 Marzo 2010 18:00

Pregonero de amor al prójimo

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El recordatorio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo es testimonio vivo de que el amor de Dios es impulso de vida. Ello, debería ser razón suficiente para buscar nuestra propia muerte a lo superfluo y resurrección a la espiritualidad  mediante la conversión de nuestros corazones y nuestras comportamientos.

A todos, como cristianos, como ciudadanos, se nos invita a la solidaridad, el respeto, la generosidad y la justicia para con los demás. Nuestro vecino, quien comparte el mismo suelo, y lo cobija el mismo cielo, es también parte de nuestra familia.

Entones bien valdría que, en este simbólico tiempo, volviéramos nuestras miradas al Supremo para orar por todos nosotros, por nuestros familiares, por nuestros hijos, por todas las almas del mundo, por la eterna fortaleza de nuestra fe y por la luz de nuestro entendimiento.

Por la tranquilidad social de nuestro planeta, por el bienestar de nuestra infancia, por los alcohólicos, por los drogadictos, por las mujeres agredidas, por los encarcelados, por los ancianos y por los enfermos de SIDA.

Por los que han partido de este mundo, por los damnificados, por los que sufren intolerancia, por los niños prostituidos, por los que hoy yacen en un hospital, por los que hoy viven en un asilo y por los huérfanos.

Por las víctimas de la guerra, por quienes han sufrido embates naturales, por los marginados, por los indigentes, por los hogares disfuncionales, por los que carecen de un techo digno, por los que son despreciados, por la fe de nuestros espíritus, por el discernimiento de nuestros jóvenes y por los  discapacitados.

Por los que padecen hambre, por los que no tienen abrigo, por los que viven en desesperanza, por los que están cegados de poder, por los que carecen de hermandad y por los que han hecho del dinero su Dios.

Por los que viven presos de sus egoísmos, por la humildad de nuestras acciones, por nuestros hermanos extranjeros, por los afligidos, por los guías espirituales, por los gobernantes, por nuestra nueva presidenta y equipo de trabajo, por el progreso de nuestra Patria, por la paz de nuestro planeta y por el bien de toda la humanidad.
   
Porque si cumpliéramos realmente aquello de que “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, con seguridad este país, y este mundo, serían mejores lugares de convivencia.

Tratemos, en este sentido, de tener siempre presentes aquellas certeras palabras de la Beata Madre Teresa  de Calcuta: “La vida sin amor, no vale nada. La justicia sin amor, te hace duro. La inteligencia sin amor, te hace cruel.  La religión sin amor, te hace inquisidor.  La fe sin amor, te hace fanático. Por eso, vive con amor, amor a la vida, al prójimo..., al que es diferente a ti; al que piensa diferente a ti; al que vive diferente a ti”.

 

No desaprovechemos, por lo tanto, esta oportunidad de cambio que nos dan estos días santos de reflexión  para empezar a abocarnos a la pronta resurrección de nuestra sociedad, y la de nuestros propios espíritus, mediante el cumplimiento de ese  mensaje de solidaridad, justicia, esperanza y paz que, aquel pregonero de amor al prójimo, sembró en la tierra para que fuera cultivado, disfrutado y compartido, plenamente, por todos nosotros.