Nadie puede negar que la bucólica y pacífica Costa Rica, de hace unos treinta y cinco años, está muy lejos de la que estamos viviendo en la actualidad. Ahora tenemos que coexistir con una delincuencia común exacerbada, como nunca antes se había visto. A diario los medios de comunicación nos informan de asaltos, bajonazos y homicidios.
Pero toda esa seria delincuencia común, de alguna forma encubre otra forma de violencia, una pasiva, que tal vez pasa inadvertida para muchos pero no por eso es menos negativa y perjudicial. La violencia pasiva también está carcomiendo a nuestra sociedad. Esta la cometen las y los ciudadanos, a diario, quienes incluso que se ven a sí mismos como personas buenas, decentes y buenas.
Esa violencia pasiva, es cometida por esos vivillos que piensan solo en sí mismos, creen que son muy inteligentes porque logran brincarse una fila y pasarle por encina a muchas personas que estoicamente esperan su turno para tomar un bus o para ser atendidos en alguna dependencia. Esta gente irrespetuosa surge de la nada pero con aires de superioridad como para sentirse con derecho de no hacer fila. Pero a muchos les deja la duda, de si no son unos tontos por haber respetado a los otros al hacer fila.
También están los conductores que no son capaces de tener la menor cortesía y consideración con otro chofer atrapado medio del congestionamiento vial, lo ignoran olvidando que ellos mismos pueden, en cualquier momento, caer en una situación igual y les gustaría que alguien se compadeciera y les diera paso.
Otro caso de violencia pasiva, en nuestras calles, es la que cometen con demasiada frecuencia los choferes que con absoluta conciencia bloquean las entrecalles, impidiéndoles así el paso a otros conductores, a pesar de que tienen el derecho de vía pues el semáforo está en verde. Esta actitud irresponsable es la causante de grandes embotellamientos en la ciudad capital. Simplemente, en nuestras carreteras no solo está ausente el buen mantenimiento a la infraestructura sino también el respeto y la cortesía hacia los demás seres humanos.
Otra forma de violencia es, la que, desafortunadamente, a diario se comete en varios de los hospitales de la Caja Costarricense del Seguro Social, por parte de muchos guardas, enfermeras, médicos y administrativos deshumanizados, quienes pareciera han perdido de vista que están tratando con seres humanos pero además que están enfermos y los tratan, no solo, sin ninguna consideración y respeto sino, a veces, hasta con gran dureza.
La última violencia pasiva, a la que por razones de tiempo se puede citar, es, precisamente, la indiferencia de las y los costarricenses ante el actual clima de violencia generalizado que se vive en el país, donde las víctimas solo reciben los sentimientos de solidaridad pero hasta ahí.
No existe sanción social para esos tan repudiables hechos. Esta conducta de indiferencia social es otra forma de violencia pues la omisión, el no involucrarse directa o indirectamente, para cambiar lo malo que está sucediendo en el país, lo que hace es permitir que ese clima de violencia tienda a consolidarse.
Debemos pensar y tomar conciencia de que tanto la delincuencia común como la violencia pasiva son realidades en nuestra convivencia social y ambas deben ser erradicadas, ambas deben ser motivo de preocupación y acción de la ciudadanía interesada en vivir en paz y con seguridad.