La felicidad es un profundo valor

12369En reiteradas ocasiones un informe de felicidad y satisfacción con la vida de la entidad británica The New Economics Foundation, ha considerado a Costa Rica como el país más feliz del mundo debido a la alta esperanza de vida al nacer y la satisfacción de los habitantes tanto con su vida como con los recursos ecológicos.

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Ahora bien, si se tomara como base aquello que señalara Aristóteles de que la felicidad consiste más bien en un tipo de vida basada en el ejercicio constante de lo más propio y excelente de los humanos; es decir, la razón, entonces sería pertinente que, precisamente, aplicáramos la razón y nos preguntáramos si realmente podríamos conformarnos sólo con el hecho de que la felicidad sea medida por la expectativa de vida de un país y sus prácticas ecológicas.
No se trata de ensombrecer la designación. Enhorabuena los reconocimientos para Costa Rica, pero que estas declaraciones también nos sirvan para comprender que para aspirar a esa felicidad se requiere también tener conciencia de que representa un profundo valor que conlleva no solo pensar en nosotros sino en nuestra responsabilidad social; en aceptarnos por lo que somos y no por lo que tenemos.
Por lo tanto, se requiere que, de manera constante y reflexiva, tanto en el ámbito individual como social, asumamos, por ejemplo, la responsabilidad de ser amigables con el ambiente, de ser respetuosos con los adultos mayores y de ser cuidadosos de cómo están siendo educados nuestros niños y jóvenes.
Ser feliz también significa el darle la espalda a lo trivial, a las quejas sin fundamento, a la carencia de valores, a la obsesión enfermiza por el dinero y la posición social, con el propósito de darle paso a una civilización radicalmente diferente donde volvamos a disfrutar, a plenitud, de una puesta de sol, del cantar de los pájaros, de una bella danza, de la sonrisa de un niño, del saludo cordial de un extraño o del abrazo de alguna amistad.
Porque si en una gran mayoría de costarricenses primara la indiferencia como motivo de tranquilidad, la comodidad como motivo para la satisfacción, el simple entretenimiento como razón de gozo o la falta de empatía como factor para que se nos reconozca como uno de los países más felices del mundo, entonces, más bien, deberíamos preocuparnos ante esta designación pues representa una peligrosa manera de sumirnos en el conformismo.
Entonces hagamos a Costa Rica el país más feliz, pero no solamente porque vivimos más, o porque estamos tranquilos con la situación existente, sino porque sí estamos concientes de que la felicidad es ese profundo valor que debe ser descubierto y comprendido mediante una gran dosis de seriedad, atención, reflexión y cuidado.